Texto: Jaime Martínez Luna

Hemos afirmado que las llamadas Ciencias Sociales, no tienen nada de Ciencia en verdad. Que el análisis de la sociedad, en la medida que abstrae al hombre del entorno natural que lo determina, deja de tener asertividad. Es importante señalar que el separar a la sociedad de la naturaleza, quita toda posibilidad de explicación al comportamiento humano o social.
La vida humana es interpretada fuera de su relación umbilical con la naturaleza. En esa medida, toda investigación social no será más que una interpretación de interpretaciones abstractas, que en nada serán explicaciones de la realidad. ¿Por qué? Porque su argumentación es conceptual.
La occidentalización del pensamiento hegemónico ha pretendido, a través de la colonización, imponer un razonamiento único y uniforme que sitúa al Homo sapiens como el cetro de todo. Las Ciencias Sociales, por lo tanto, son un simple instrumento del poder. No sólo del poder del hombre sobre la naturaleza, sino que también del político y económico, que se traduce en poder del conocimiento.
Es por ello que el papel de la Universidad representa su mismo nombre. La existencia de una sola visión, que sitúa al pensamiento único y uniforme que ha de ser reproducido para erigir y mantener al poder.
Mantener una sola visión hace que el ente universitario deje de ser útil, en la medida que el Hombre mismo se ha empezado a explicar dentro de la diversidad geográfica o territorial que integra el mundo, suelos que generan distintos o diversos modos de existencia social. Es decir, ha llegado el momento de enfrentar Universidad a Diversidad.
La amplia diversidad social y por lo mismo cultural, es explicada en razón de la diversidad geográfica, lo cual reclama de un razonamiento integral.
Para edificar un razonamiento integral, es necesario partir, en primera instancia, del suelo que se habita, del territorio que lo envuelve, de la tierra que lo reproduce. Esta percepción vincula al Homo con el oxígeno, con el agua, con el clima, etc. Estos elementos aportan caracteres que le diseñan y explican. Por lo mismo, el hombre es Natural de su contexto.
Las relaciones entre los humanos, que sería la segunda instancia, están mediadas por el territorio que habitan y le explican. De ahí que no sólo se encuentre diversidad geográfica explicatoria, sino también social que se genera en ese territorio.
Los caracteres del trabajo, de la acción, del movimiento, dependerán de la geografía local y regional. Es decir, toda labor a realizar derivará del contexto geográfico. Por lo mismo, no será la misma actividad la que se encuentre en un espacio urbano al espacio rural.
La celebración de la vida también dependerá del suelo que se pisa. Todo esto nos asegura que la diversidad explique el comportamiento, o sea, el modo de pensar y hacer la vida en cada espacio.
Lo anterior es resultado de dos maneras de mirar el mundo: cuando lo ves fuera de ti y cuando te sientes dentro. A esto podemos llamar dos cosmovisiones o dos epistemologías, según lo quieran nombrar.
Occidente, o el colonialismo, lo ve fuera de sí. Lo inventa, lo utiliza, lo manipula, lo explica a la distancia. Él mira al mundo por lo mismo lo construye. Mientras que el que se mira dentro, se sabe resultado de él. En otras palabras, es parte del mundo, no su propietario.
Ver el mundo desde fuera implica ordenar lo que miramos, pero un orden que lleva implícito la individualización que se alimenta de información también ordenada por un individuo o suma de individuos.
Ver el mundo desde dentro implica sentirlo, percibirlo como parte o formando parte de él. Dar cuenta que respiramos y nos alimentamos de su existencia, de que comemos lo que su geografía posibilita. Que el clima define lo que ha de cubrirnos, incluso edificamos en torno a las particularidades del medio. Produce eso que, desde fuera, se ha llamado Cultura.
Tener una sola visión del mundo da poder a quien aporta el conocimiento, que es quien define las reglas a las que ha de sujetarse quien desea poseer.