Texto y fotos: Carlos F. Baca-Feldman

Las experiencias de comunicación comunitaria se han tratado de definir y encasillar en una serie de características que permiten analizarlas desde fuera, casi como si de trataran de modelos que pueden ser replicados sin mirar sus particularidades. A pesar de las posibilidades que nos brinda la tecnología para conocer y compartir con experiencias en otras geografías, considero que no hay mejor manera que encontrarnos físicamente y pisar el territorio. De ahí que, a través de este pequeño texto, me gustaría relatar algunas de las reflexiones que me surgieron cuando en el mes de julio de este año cuando tuve la oportunidad de estar varios días en España.
Esta diversidad de experiencias de comunicación comunitaria es tan rica que, efectivamente, no se han podido establecer definiciones académicas rigurosas, por ello se contraponen en muchas ocasiones a las lógicas más tradicionales de hacer investigación que se desarrollan y promueven muchas de las universidades e instituciones de educación superior. Con esta estrategia en mente, la de conocer las experiencias comunitarias que se tejen en otros territorios y mirar las diferentes perspectivas y metodologías a través de las cuales se sistematizan estas experiencias desde la academia, viajé a España para participar, entre otras cosas, en el congreso de la International Association for Media and Communication Research (IAMCR), que se llevó a cabo del 7 al 11 de julio de 2019 en Madrid.
Aunque eran muchas las preguntas que quería esclarecer a través de las reflexiones que surgirían de este viaje, sobre todo por los proyectos que hemos emprendido en los últimos meses, también sabía que me encontraría con compañeras y compañeros de diversas partes del mundo quienes, desde sus diversas trincheras, buscan las estrategias para llevar estas preguntas y sus posibles respuestas a la práctica.
Este congreso está enfocado en muchas de las temáticas que giran alrededor de la comunicación. Si bien tiene su parte formal en la que las y los investigadores presentan ponencias sobre las investigaciones que hacen, normalmente existe un proceso que se teje en paralelo para buscar salir de los espacios formales del evento y aprovechar la posibilidad de reunión de quienes investigamos a los medios de comunicación comunitaria en diversas partes del mundo para conocer, vincularnos y compartir con las experiencias que se tejen en el territorio donde se realiza la conferencia.
Un ejemplo de ello son las rutas de OurMedia/Nuestros Medios, organización de personas vinculadas a la academia y activistas de medios comunitarios de todo el mundo que han realizado este tipo de recorridos y conferencias en espacios no académicos desde el 2001. Algunos de los países en donde se han llevado actividades coordinadas por esta red de investigación son Estados Unidos, España, Colombia, Brasil, India, Australia, Ghana, Irlanda y Papua Nueva Guinea.
En este viaje pude participar por segunda vez en una de estas actividades. La primera fue en Cartagena en 2017, específicamente en el recorrido por la región de Montes de María, y me di cuenta, después de escuchar mucho de este proceso, de que eran ciertas las posibilidades de articulación entre las y los investigadores y las experiencias de comunicación comunitaria que se tejían en estos días de visitas, además de la importancia de conocer los territorios, derribar mitos y generalizaciones sobre ellos, a partir de la escucha y el intercambio directo de vivencias.
Al finalizar la edición 2019 del congreso de la IAMCR, se realizaron recorridos por Madrid, el País Vasco, Cataluña y Andalucía con el objetivo de proporcionarnos un retrato general de la pluralidad de proyectos de medios alternativos en España, tomando en cuenta sus promotores, modelos de organización y sostenibilidad, contenidos, programación, etc.
Asimismo, los días previos al congreso se desarrolló un encuentro que incluyó un foro sobre los medios y el poder, así como dos talleres, uno acerca de metodologías de investigación participativas y otro sobre autonomía tecnológica. La sede de este encuentro fue el Centro Social Autogestionado La Tabacalera de Lavapiés, antigua fábrica de tabacos que ahora ha sido transformada en un espacio comunitario para la difusión y creación de diferentes formas artísticas.
Estas actividades se concretaron gracias a la coordinación compartida entre la sección de Comunicación Comunitaria y Medios Alternativos de la IAMCR, la Red de Investigación en Comunicación Comunitaria, Alternativa y Participativa (RICCAP) de España, OurMedia/Nuestros Medios y la Red Universitaria de Posgrados en Comunicación, Desarrollo y Cambio Social (REDECAMBIO).
Otro de los objetivos del viaje fue poder vincular a las personas que estudian temas de comunicación, sobre todo en medios alternativos, ciudadanos, comunitarios, radicales, etc., con la necesidad de repensar las tecnologías que hacen posible la difusión y producción de los mensajes. En concreto, repensar la manera de generar habilidades para la selección de tecnologías pertinentes y la planeación de proyectos tecnológicos que se orienten a alcanzar las metas específicas que se planteen a través de los procesos de comunicación en la mejora de las condiciones de vida de las comunidades.
Esto se hace a través de dos estrategias para atender necesidades sentidas de estos procesos de comunicación: en primer lugar, desarrollar una visión crítica en la incorporación de las TIC a proyectos de comunicación comunitaria, partiendo del análisis de experiencias que han generado procesos de autonomía tecnológica en América Latina. En segundo lugar, desentrañar las lógicas de la regulación del espectro radioeléctrico, atendiendo a su naturaleza de bien común, y abordar una serie de elementos básicos sobre la regulación del espectro desde el ámbito internacional, nacional y comunitario que han permitido el desarrollo de este tipo de experiencias.
En este sentido, fue clave el taller impartido en la Tabacalera que tuvo por nombre “Caminos hacia la autonomía tecnológica: planeación e implementación de proyectos comunitarios”; y la presentación del reporte “Redes Comunitarias en América Latina. Desafíos, Regulaciones y Soluciones” dentro de las actividades formales del congreso. Todas estas actividades se realizaron gracias al apoyo de Internet Society y la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones, además de las organizaciones ya mencionadas que coordinaron todo el evento.
Si bien podría hacer un recuento de cada una de las visitas y actividades, me gustaría en esta breve reflexión centrarme en los aprendizajes que pudimos obtener a partir de las actividades realizadas en estos días y las diferencias que encontré con respecto a las experiencias de comunicación que se tejen en América Latina.
Me parece relevante mencionar que a través de estos recorridos pude conocer experiencias de comunicación muy distintas tanto en Madrid como en Cataluña, rutas que seleccioné dentro de la oferta de este año. En Madrid visitamos las experiencias de El Salto Diario, OMC Radio y Radio Vallekas, en los barrios de Villaverde y Vallecas respectivamente; y en Cataluña estuvimos en Ràdio Televisió Cardedeu, Clot TV San Martí, La Mosca TV y Teleduca, además de participar en una mesa de diálogo con representantes de diferentes organizaciones de medios locales y en el evento de celebración de los 10 años de El Parlante.
Una de las cosas que saltaron a primera vista eran las diferencias sustanciales entre las experiencias de comunicación a nivel organizativo, de metodologías, de sostenibilidad económica, de objetivos, de personas a las que dirigen sus esfuerzos y de tecnologías que utilizan. Esto, al igual que sucede con las experiencias a nivel global, nos permite reforzar la idea de la incapacidad de encapsulamiento en las definiciones de estos medios de comunicación.
En el ámbito organizativo, tal y como sucede en los países de América Latina, estos medios tienen un gran soporte en las comunidades en las que se desarrollan. Por ejemplo, muchas de ellas se apoyan en formas de voluntariado para poder formar a las personas que participan de estos medios mediante la práctica y la participación de los jóvenes es clave para la labor que realizan. El reto es el mismo que en otros países, lograr estabilidad en la participación de las personas a lo largo del tiempo, aunque esta cuestión se ve mitigada en aquellas experiencias que son subvencionadas por el gobierno y en donde es posible contar con un personal más o menos fijo que siga participando a lo largo del tiempo.
A su vez, la sostenibilidad económica no deja de ser un problema al que todas las experiencias comunitarias de comunicación se enfrentan, en general se sostienen a partir de lo que Alfonso Gumucio denomina un “arte de equilibristas”. Sin embargo, también aquí es donde las diferencias se comienzan a tejer entre los medios visitados. En algunos casos, como El Salto Diario, Radio Vallekas o La Mosca TV, la búsqueda de autonomía en la producción de los mensajes y la no dependencia del gobierno en turno les ha llevado a encontrar formas de sostenibilidad que basadas sobre todo en el apoyo constante de las personas que colaboran ahí o sus audiencias, teniendo periodos en los que la creatividad para conseguir recursos es el único mecanismo para dar continuidad a los proyectos. Por otro lado, hay una visión muy consolidada en experiencia que buscan la subvención de los gobiernos para desarrollar su labor, lo cual puede generar mecanismos de autocensura y dependencia de los intereses de los grupos en el poder en turno, pero que también les permite, en cierto sentido, enfocarse en los procesos de comunicación más que en buscar las maneras de que las personas que colaboran ahí tengan los recursos necesarios para sostener la vida. En fin, esta paradoja es constante en las experiencias de comunicación comunitaria que he tenido la oportunidad de conocer y parece, en muchos casos, no tener una respuesta única que asegure el éxito del proceso.
Un aspecto compartido entre estas experiencias y las de otros países está en el ámbito legal. Resulta interesante observar que los medios que hacen uso del espectro radioeléctrico, ya sea subvencionados por el Estado o no, no tienen una concesión para operar. Otra paradoja más que se da en muchos países en donde los gobiernos dan apoyo económico a algunos medios para realizar su labor, al mismo tiempo que no reconocen sus características particulares y se les permite hacer uso del espectro. Esto resultaba especialmente evidente en casos como Ràdio Televisió Cardedeu, primera televisión comunitaria en Cataluña, operando desde 1979, y Clot TV San Martí, que también es pionera en la capital Barcelona desde 1982, ambas subvencionadas completamente por los gobiernos municipales y sin concesión. No existe hasta el momento, por lo que comentaron las personas con las que compartimos, la intención de hacer transformaciones en la legislación de telecomunicaciones y radiodifusión en el país.
Por último, en el aspecto tecnológico, las experiencias visitadas en los recorridos de OurMedia comprenden a la tecnología como algo que está al margen de su labor, como sucede en otros países. Aunque conocen la importancia de tener capacidades para la operación de los equipos, el mantenimiento normalmente se lleva a cabo por personas externas a sus organizaciones y como un elemento que puede ser solucionado mediante la adquisición de nuevos aparatos. Considero que esto se da en parte porque la situación económica en la mayoría de los medios les permite comprar insumos tecnológicos adecuados y que no requieren de la habilidad de las personas para transformarlos, contrario a lo que sucede en América Latina, en donde las personas adaptan y transforman la tecnología ante la falta de recursos para acceder a este tipo de tecnologías.
Como suele suceder en otros territorios, la autonomía tecnológica no se piensa cuando hay condiciones de acceso a servicios de telecomunicaciones más o menos eficientes prestados por operadores comerciales. De ahí que, aunque algunas de las experiencias relatadas sí utilizan Internet para difundir sus mensajes, ocupan las plataformas comerciales, como YouTube o Facebook, para ello. Ello nos lleva una vez más a la aparente paradoja entre centrarse en la producción y difusión de los mensajes haciendo uso de las plataformas comerciales o la autonomía en la infraestructura y las herramientas propias para poderlo hacer. Digo paradoja aparente, porque la realidad es que son cada vez más las experiencias, sobre todo en América Latina, que han visto la necesidad de vincular constantemente ambos procesos, haciendo que quienes producen contenidos presten atención a las tecnologías y su apropiación, y quienes se dedican al desarrollo e innovación tecnológica vean la necesidad de dotar el acceso y la conectividad de mensajes propios.
En un último recorrido, que ya no formó parte de las actividades organizadas en estas rutas, tuve la oportunidad de conocer la experiencia de Guifi.Net. Esta organización trabaja desde el 2004 en el desarrollo de una red abierta, libre y neutral para permitir la conectividad en las zonas rurales de Cataluña. Los aprendizajes aquí también fueron muchos, pues esta red comunitaria es una de las más desarrolladas a nivel mundial y con un modelo se sostenibilidad y escalabilidad que ha sido exitoso por estos 15 años.
Una de las reflexiones que más me movieron fue ver que, aunque en el desarrollo de redes comunitarias hay un análisis y crítica constante a la tecnología, también existen mitos que nos hacen pensar en ciertas tecnologías como casi imposibles de implementar. Esta red funciona a través de fibra óptica y un esfuerzo importante de Ramón y Leandro, quienes me recibieron en el recorrido, fue el desmitificar esta tecnología mostrando que es posible y pertinente el desarrollo de redes de transporte y troncales a partir del uso de esta herramienta en nuestras latitudes.
También pude reforzar la idea de que, al igual que sucede con los medios comunitarios, no podemos definir y cerrar las características de las redes comunitarias a una sola acepción. En este caso, a diferencia de los procesos que acompañamos de cerca desde REDES A.C. y Rhizomatica, el modelo de sostenibilidad económica, social y organizativa, que incluye por ejemplo a pequeños operadores comunitarios que se conectan a la red troncal de Guifi.net, es muy distinto y no por ello pierde el vínculo directo con las comunidades que son parte de la red.
En resumen, esta experiencia me hizo volver a imaginar que existen posibilidades de generar vínculos y procesos que rompa, por lo menos en parte, esta escisión entre quienes están en la trinchera de la investigación y la academia y quienes día a día hacen posible “otra comunicación”. Estos recorridos detonan mecanismos de vinculación importantes y pueden generar estrategias de colaboración más allá de la presentación de resultados en los congresos o conferencias. La sistematización académica debe escapar de una lógica que pretende definir a los procesos desde fuera para centrarse en las posibilidades de articulación de mecanismos para el acompañamiento y apoyo mutuo con las experiencias de comunicación.
Asimismo, me permitió recordar que no es posible llegar a definiciones establecidas de qué es o no es un medio comunitario, cerrando las posibilidades particulares de transformación en los diversos territorios. Esto, más allá de generar un problema, es una oportunidad de mirar esta imposibilidad como una característica que da al movimiento de experiencias de comunicación, cada vez más amplio a nivel cualitativo y cuantitativo, como una red de relaciones sociales que ven en la diversidad y las particularidades en el uso de herramientas de la comunicación y sus tecnologías herramientas clave para la construcción de “otro mundo posible”.
Por último, las tecnologías y sus formas de apropiación y transformación deben ser consideradas como herramientas clave en el quehacer de los medios comunitarios de comunicación, la posibilidad de seleccionar y adaptar las tecnologías a las necesidades particulares de cada comunidad es también un eje que permite ir tejiendo los procesos de autonomía tan necesarios para (re)pensarnos y transformar nuestros mundos.