La red celular comunitaria: el conocimiento al servicio de nuestros pueblos

Texto: Federico Félix Reyes

247Las grandes empresas telefónicas del país, así como los medios de comunicación masivos, tienen como parte fundamental de sus estrategias llegar a la clientela a como dé lugar. Para ello, tienen a su servicio un ejército de especialistas que dedican, sin pestañear, toda la atención y capacidad de convencer al cliente de todas las ventajas que se le puedan ofrecer a cambio de su dinero. Sin saber las condiciones laborales en que la mayoría de los trabajadores suelen conseguir el pan de cada día, las grandes empresas ahí están, a través de la televisión, del teléfono, del periódico, para decirnos cómo debemos vivir, vestir, hablar, educar, morir, cómo estando con sus empresas nuestra vida podría ser mejor. La estrategia les funciona; y cuando no, buscan la forma de retener al cliente con promociones y descuentos.

Pareciera no tener fin, y si lo tiene, es para abrir otro capítulo.

La conexión es inevitable y por ello les funcionan las cosas. Aun estando en la mejor era de la educación y la tecnología, seguimos arrastrando viejos problemas sociales y culturales que engalanaron tiempos pasados que al oírlos o verlos nos llenan de horror, pero si las vemos y escuchamos actualmente no sentimos horror, pues el saber y la tecnología parecieran estar inventadas para que no generemos sentimientos. Actualmente, nuestro entorno político y social está lleno de personajes que denuncian y condenan abusos cometidos de unas culturas contra otras, encubriendo descaradamente abusos practicados en nuestro propio tiempo y contra nuestros propios pueblos. Por eso la conexión es inevitable, el control de lo que debemos de saber y lo que se debe de tener, han generado las bases de lo que se podrían considerar como comodidad, la antesala de la felicidad.

Y esto es general. Fuera de todo romanticismo e infantilismo, el control es absoluto, desde las grandes sociedades industriales hasta el más pequeño poblado, las políticas de consumo han creado estrategias para llegar a nuestros hogares. Cada vez más hay más ciudades, más escuelas y más educandos, pero se sigue enseñando lo mismo.

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¿A dónde trato de llegar? A la conexión de nuestros problemas actuales con las temáticas existentes de nuestras escuelas y universidades y el accionar del conocimiento. Muchos son los jóvenes indígenas que cada año egresan de alguna licenciatura y cada año nuestros pueblos siguen igual o más pobres. En casi todas las comunidades es refrán popular de que se estudia para vivir bien, y esto no es en vano, los medios de comunicación nos han envilecido casi de manera cotidiana que el mayor capital del saber y la cultura se encuentran en las grandes ciudades, que el triunfo es el paso a la comodidad y la comodidad es trabajo en oficina, ganar dinero sin tanto esfuerzo. La competencia se presenta como el escalón para ponernos sobre otros y tenerlos como servidores. Así, el campesino del cual habla Paulo Freire al ser promovido como “capataz” trata peor a sus compañeros que el mismo patrón.

¿Por qué siempre han triunfado los mismos partidos políticos en nuestras comunidades indígenas aun cuando sus dirigentes se declaren en pie de lucha? Realmente no se llega a los hombres y mujeres de los poblados como lo hace cada día la televisión, y porque realmente son pocos los dirigentes que conviven con sus pueblos. Los pueblos son sabios, es cierto, pero no son los hombres ni las mujeres nuevas, tienen problemas que muchas veces sus hijos generan al interior para conveniencias personales. Todos los pueblos cuentan con una sabiduría impresionante, pero esa sabiduría no perdura mil años cuando hay un competidor que entra día tras día a sus casas por medio de la religión, los libros y las imágenes, de las palabras bonitas que prometen felicidad a la vuelta de la esquina si se porta tal o cual teléfono celular. Los indígenas sueñan con dejar de ser indígenas porque en cierta manera cansa la caminata, el salario mísero, el habla que se circunda a la región, el cambio radical de los que viven en las ciudades así como de los que se quedan en los pueblos. Al menos en muchos casos nuestros pueblos se mantuvieron intactos porque eran pocas las intromisiones de agentes externos, ahora las cosas son diferentes. Por eso a veces convence más una bolsa de despensa.

Es en este escenario donde quiero plantear la cuestión de nuestras luchas autonómicas y de liberación nacional, el escenario real y concreto. El cuerpo donde “embrionan” las redes telefónicas y las radios, así como las escuelas comunitarias. El escenario concreto donde muchos luchadores sociales han visto generar sus sentimientos caritativos en conciencias revolucionarias.

El planteamiento de la creación de espacios que generen movimientos de fortalecimiento cultural, políticos y económicos es en primera un intento, desde dentro del pueblo, como integrante, campesino, obrero o artesano, por detener toda influencia externa que provoca resquebrajamientos culturales e ideológicos, que llevan o unifican bajo una sola idea de cómo se deben de vivir estos tiempos, la consecución de la comodidad aun a costa de la propia vida, arrastrando al vacío todo lo que sea necesario. En segunda, concretan proyectos económicos que generan una nueva visión de la economía, basados en el comercio justo y el trato respetuoso del productor y en tercera, se ponen al servicio de los pueblos los más nobles ideales y ejemplos que se aprenden en las escuelas, el conocimiento local en concreta sintonía con el conocimiento crítico universal.

Cuando se conoce el funcionamiento de las cosas, se sabe en consecuencia por qué a veces no funcionan bien, pero hay quienes no quieren que sepamos el funcionamiento de las cosas, ni mucho menos el teje y maneje de la economía, esa mano que mece toda cuna política. En muchos casos, son los mismos pueblos quienes, enraizados en una fuerte tradición de un modo particular de ver la vida, se oponen a toda propuesta que pueda concebir las cosas de diferentes maneras, con otros matices. Y en muchos casos no falta el personaje que, afincado en la costumbre de ver sus desgracias desde su condición de ser, plantea el mejoramiento desde otra óptica, aquella de las grandes ciudades: tener lo que los “akaats” (los de la ciudad) tienen, mejoraría nuestras condiciones de vida. Pero detrás de todo esto está la eterna influencia de algún medio de comunicación que a conveniencia difunde una forma de vida.

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Pongamos un ejemplo y tendremos el consentimiento de muchos, pues estas cosas no son exclusivas de algunos pueblos, sino que es una situación general: todo lo que ha rodeado la creación y el apenas fortalecimiento de la red telefónica comunitaria en el pueblo de Santa María Alotepec, Mixe, Oaxaca.

El planteamiento de la cobertura telefónica en gran parte de la región Mixe fue bandera de un candidato y posterior diputado local que jamás concretó. Como su pueblo Ayutla Mixes contaba ya con cobertura Telcel, poco le importó la situación de las demás comunidades. Entonces ya las autoridades desde antaño se habían acercado a Telmex, quien en un tiempo había extendido su cableado pero por nuestra situación geográfica y climática no permitió su desarrollo. Posteriormente, algunos pueblos ya contaban con cobertura telefónica Telcel que les generaba cierta certeza de no estar “olvidados” en la sierra.

Sin embargo, en Alotepec se consideraba seriamente el asunto por cuestiones de que se alterara el ritmo de vida, abriéndose interrogantes de cómo enfrentarse a ello en caso de que sucediera. Sí era necesario contar con cobertura telefónica celular, pero había que analizar sus pros y sus contras. Los planteamientos a favor recogían las súplicas de casi todos los comuneros jóvenes, estudiantes y docentes de los diversos niveles educativos, de su necesidad de comunicarse, de entablar puentes de seguridad con sus familiares. Contrario a esto estaban los que veían que abrir la telefonía celular a toda la comunidad podría generar trastornos educativos en nuestra comunidad estudiantil, extorsiones, dependencia total hacia un aparato en el bolsillo, etcétera. Cierta barrera a la libre y total comunicación telefónica con el exterior daba a nuestro pueblo un aire de “pueblo tradicional”, lejos del ruido y bombardeo comercial, factores estresantes propios de una vida urbana.

En varias ocasiones se visitaron las oficinas de Telcel para que brindara servicio en esa comunidad, pero no era negocio cubrir a un pueblo que tiene a sus espaldas un cerro que le brinda solo nueve horas de calor (por la enorme montaña el sol se oculta a las tres de la tarde) y cobertura solo en un radio de 90 grados. Ahí Telmex tiene un terreno, por un mal consentimiento, en medio de la selva alotepecana donde tiene parada una torre que enlaza otras torres en toda la región, pero se niega a cubrir los tequios en ese poblado.

En el 2015 conocimos a Peter Bloom, a Anita y a David, integrantes de Telecomunicaciones Indígenas Comunitarias A.C. y concretamos el proyecto de instalar una telefonía comunitaria en nuestro pueblo. Al principio todo fue orgullo, después vinieron las fallas por cuestiones eléctricas, pues nuestro cableado eléctrico es prehistórico (es decir, no como los cableados de las grandes ciudades capitalistas). El cobro de 40 pesos a mucha gente le pareció muy cara, el ser un equipo no compatible con el servicio de Internet. Otros pretextos hicieron que a las autoridades municipales posteriores a la creación de la red telefónica buscaran de nuevo consuelo en Telmex, llevándose la sorpresa de que el dueño de las casetas telefónicas del pueblo había ya negociado no dar cobertura en esa zona con el gerente de Telmex Oaxaca.

Sin embargo, detrás de todo esto está, como casi en todos los pueblos, la escasa cultura de la paciencia, amén de todas nuestras trabas culturales. La renuncia de mucha gente a ser “coberturada” por nuestra red tal vez tenga que ver con la actitud de ver inmediatamente resultados de un hecho que necesariamente tiene que atravesar diversos procesos para su consolidación, entiéndase esto como un fenómeno social que ha sido alimentado estratégicamente desde las pantallas y los diversos medios de comunicación con fines de alienación. No es nada gratuito que nos estén bombardeando con comerciales de “envío rápido”, “fast food”, “como de rayo” “cien veces más potente” “te alivia en un dos por tres” “no te quedes”, etcétera. El hecho de ser “ubicuos” (como el dinero), querer estar en un lugar como a la vez en todos partes es una condición indispensable para formar parte de este sistema capitalista. La aceleración del ritmo de vida y el ahorro de tiempo para la consecución de muchas cosas, así como los medios para alcanzarla (la tecnología sobre todo), están desembocando en acciones que atentan contra el proceso natural de desenvolvimiento de nuestros pueblos y su entorno: alteración desde la producción de nuestros alimentos hasta la forma de comunicarnos, tratando de empatizar con una sociedad radicalmente opuesta a nuestras condiciones de desenvolvimiento económico e intelectual.


Se dice que en un futuro no tan lejano, el pueblo vecino de San Juan Cotzocon instalará una torre Telmex que podría cubrir a muchísimos pueblos, incluido el nuestro, con un sistema sofisticado “mucho mejor que el comunitario”, pero olvidamos que Telmex ha estafado al vecino pueblo de Santiago Atitlán, donde su “sistema sofisticado” (que les costó casi el millón) funcionó sólo medio año y por errores técnicos se quemó la antena. Ahora las autoridades municipales de dicho pueblo tendrán que rendir cuentas ante su pueblo y devolver inmediatamente ese recurso. Otro ejemplo que tenemos es el de San Miguel Quetzaltepec, pueblo vecino en donde hace más de diez años se levantó una enorme torre y hasta la fecha no se les ha instalado la repetidora ni los aditivos para la señal de telefonía celular.

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Pero, dejémonos de corajes y analicemos más el significado que ha generado este proyecto planteado por Rhizomatica y TIC AC, sobre todo en torno a la idea de que sean las comunidades responsables y administradoras de sus propios medios de comunicación. Este es un planteamiento netamente alternativo a todo ese sistema que nos quieren imponer. Alternativo porque está al alcance de cualquier pueblo y de cualquier usuario, es económico y fácil de usar. El servicio no contempla contratos forzosos ni fianzas anuales, tampoco arrima al usuario servicios de entretenimiento de “terceros” que se facturan sin su consentimiento. Empatiza con las normas internas de cada comunidad, ya que fomenta la participación ciudadana en la toma de decisiones y sobre todo, la rendición de cuentas, característica de este pueblo.

La interconcientización por nuestra red comunitaria telefónica en este pueblo, además de ser un compromiso de quienes creemos que es necesario volver a nuestra tierra y desde ahí generar nuevas expectativas de resistencia cultural ante las empresas que todo lo quieren hegemonizar, fomenta una interpretación crítica de lo que son nuestros pueblos, genera condiciones para que las nuevas generaciones rompan con la tradicional idea de que el estudio de los libros simplemente son meros requisitos para lograr un título universitario, así como crea condiciones para generar nuevos dirigentes que el día de mañana sabrán enfrentar los retos de las nuevas tecnologías y de las nuevas ciencias para ponerlas al servicio de nuestros pueblos, que mucho necesitan de sus hijos.

De lo que sí está consciente el pueblo de Alotepec Mixe sobre la red comunitaria es que no exige tener teléfonos celulares costosos ni créditos ni planes tarifarios forzosos para gozar de una buena comunicación. Basta con un teléfono sencillo y con una recarga de diez pesos.

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